Ciudades Amigables, un buen lugar para vivir y envejecer.

Por la Mg. Silvia Gascón, Directora del Centro de Envejecimiento Activo y Longevidad de la Universidad ISALUD.

 

El envejecimiento de la población y la urbanización son dos tendencias que, lejos de revertirse, se intensificarán.
En Argentina la población mayor de 65 años será la que más crecerá en los próximos años, mientras que descenderá la población menor de 14 años, al punto que se espera que para el año 2040, y quizás para siempre, la población mayor superará a los menores de 14 años. 
El fenómeno que está impactando con más fuerza en la actualidad es el aumento de la expectativa de vida. El grupo que más ha crecido entre los últimos censos es el de las personas mayores de 80 años. Un reciente estudio realizado por el PAMI y la Organización Panamericana  de la salud (OPS/OMS) acerca de “La población Centenaria de PAMI” arrojó la sorprendente cifra que la institución suma 3905 afiliados mayores de 100 años. Sin lugar a dudas es un éxito de la sociedad, de los avances científicos y tecnológicos. Como bien sabemos, detrás de los números existen las personas y aquí es donde se verifican altos grados de desigualdad en sus historias de vida, que cristalizan en la edad mayor. Si bien algunos esperan vivir estos años con buenos ingresos y buen estado de salud, con redes sociales y proyectos atractivos, otros viven con temor y angustia el transcurrir de esta etapa de sus vidas, con bajos ingresos, escasa cobertura de salud y pocas redes de protección social. Para que el envejecimiento sea un éxito y no un fracaso de la sociedad, resulta urgente construir las respuestas adecuadas, respuestas que favorezcan que las personas a lo largo de sus vidas puedan seguir incluidas,  participando y contribuyendo a sus comunidades.
Una cuestión que no se ha valorado lo suficiente es la importancia que tiene para las personas mayores continuar realizando sus actividades cotidianas: visitar amigos o familiares, ir al cine o a la plaza, visitar al médico o ir al banco. El espacio en el que se mueven y los objetos y seres con los que se vinculan son parte esencial de su identidad. Y para ello necesitan entornos amigables, que favorezcan su inclusión social.
El otro punto a tener en cuenta es el derecho de las personas mayores a continuar ejerciendo el control sobre sus propias vidas. El poder hacer lo que se quiere, prefiere o desea, es lo que le otorga un sentido renovado a la vida. Esto es así a cualquier edad e incluso en situación de dependencia. Y para ello es fundamental la adaptación de los entornos, pues ellos son los que facilitan u obstaculizan continuar la vida cotidiana en la propia casa, los barrios y comunidades.  
Nos preguntamos entonces, ¿son  las ciudades amigables con las personas mayores?
Todos los estudios realizados en nuestro país, en el marco del proyecto Ciudades Amigables con las Personas Mayores, promovido por la Organización Mundial de la Salud, dan cuenta que las ciudades no responden a estos requisitos. Las veredas rotas, el tráfico descontrolado, los medios de transporte inaccesibles y para nada adaptados, la falta de asientos en las calles y la ausencia de baños públicos, las escaleras que obligatoriamente hay que subir o bajar en restaurants y cafés, hacen que cada vez más las personas se vayan replegando, aislando, resignando. 
El lugar donde vivimos nos da energía o nos la quita y esto afecta de manera diferencial, no sólo por edad sino, sobre todo, por nivel socioeconómico y cultural. Muchas personas mayores se ven, así, expuestas al doble desafío de exclusión por razones de edad y de pobreza. Otro aspecto que juega negativamente es lo que los propios mayores han denominado “maltrato tecnológico”, para referirse a la obligación de usar cajeros automáticos, completar formularios online o intentar comunicarse infructuosamente a través de un call center que nunca responde las dudas. Un dato llamativo es que son justamente los organismos públicos destinados a su atención, como el anses, los que se encuentran al tope de las críticas por este tipo de maltrato. 
¿Cómo revertir estas situaciones? ¿Cómo lograr que los ciudadanos mayores sientan que tienen un lugar en este mundo, que su dignidad no se vea vulnerada,  avasallada?
La buena noticia es que hay ciudades que han iniciado procesos de cambio, de toma de conciencia y se han sumado al proyecto que busca hacer ciudades más amigables con los mayores. También lo es que, junto a la Universidad ISALUD, hace más de 10 años se viene promoviendo el programa y nuevas universidades han tomado la posta y difunden, asesoran y acompañan la puesta en marcha del programa. Además el PAMI se ha sumado al proyecto y se convirtió en el primer programa afiliado a la red global de ciudades amigables y, desde allí, asesora a gobiernos locales y provincias para producir mejoras en sus entornos. 
Ya son 10 los municipios que se incorporaron a la red global y hay otros tantos que lo harán en los próximos meses. Las acciones iniciadas son variadas; sólo por citar algunas de ellas se señalan: capacitación a conductores de colectivos, mobiliario urbano para adultos mayores en espacios verdes, plazas saludables, ordenamiento del tránsito y beneficios en los pasajes en colectivos y trenes; paradas de colectivos amigables con la edad, con demarcación horizontal para el estacionamiento de colectivos, con “cajones amarillos” y construcción de bulbos, para que los usuarios asciendan y desciendan con más comodidad. Se han conformado grupos motores del programa, los que se han constituido en nuevas formas de participación social donde las personas mayores participan activamente en cada una de las etapas del programa, proponiendo, monitoreando y evaluando acciones. 
Las áreas de trabajo que contempla el programa exceden totalmente la accesibilidad física. Aspectos de la vida cotidiana como el sentirse respetado e incluido, las oportunidades de educación, trabajo y participación cívica, los modos de comunicación e información y los servicios de apoyo comunitario y de salud, adaptados a las necesidades y preferencias de los mayores, son contemplados a la hora de evaluar la amigabilidad de una ciudad. Y son las propias personas mayores quienes señalan facilidades y obstáculos, como así también quienes proponen planes de mejoras. Es un verdadero ejercicio participativo que parte de la base que escuchando y trabajando en conjunto las decisiones que se toman son mejores. 
Nos enfrentamos a una tarea compleja, imposible de ser llevada a cabo por un sólo actor. Exige a nivel local una firme decisión política y una planificación estratégica  integral e intersectorial. Universidades y sociedad civil deberán trabajar juntas también para compartir saberes y experiencias. 
Y, sin lugar a dudas, se requiere del involucramiento de las propias personas mayores, participando activamente, diciendo su voz, haciendo oír sus reclamos y ejerciendo su derecho a vivir en una ciudad que los reconozca como ciudadanos de primera, en la seguridad que una ciudad amiga de las personas mayores es un buen lugar para envejecer, pero es además una ciudad amigable para todas las edades.
La Universidad ISALUD, precursora en el impulso del proyecto en la región, participa de reuniones nacionales e internacionales abiertas a municipios de todo el país que se encuentren interesados en sumarse a este innovador programa. ¡Los invitamos!
 
sgascon@isalud.edu.ar