La segunda mitad: cuando lo bueno está por llegar.

Por el Prof. Dr. Diego Bernardini MD. PhD Doctor en Medicina, Universidad de Salamanca, España.
 
¿De qué hablamos cuando hablamos de “nueva longevidad”? ¿Cuál es el límite que marca el fin una etapa y el comienzo de otra en los tiempos actuales? ¿Se puede seguir hablando de juventud y de vejez en nuestros días? Según la expectativa de vida actual, quienes atraviesan el medio siglo tienen por delante entre 32 y 35 años más, con lo cual la motivación, los proyectos y el bienestar son un objetivo a perseguir. Cada día nos enteramos de alguien de más de 80 años que mejoró un récord atlético o que es la nueva estrella de la moda. Es el caso de Robert De Niro, que a los 74 años fue la imagen de la firma Ermenegildo Zegna, el de la actriz francesa Catherine Deneuve, que pasados los 60 años lo hizo para L’Oréal, o el de Isabella Rossellini, para Lancôme. Asistimos a un nuevo paradigma de vida que está modificando conductas, actitudes, formas de relaciones sociales y mucho más. La nueva longevidad es un fenómeno real y de consecuencias reales.
 
En un país como Argentina, que es el fiel reflejo de América Latina, la transición demográfica está siendo mucho más rápida y en condiciones de mayor vulnerabilidad institucional que otras regiones. Por ello, hoy podemos decir que la mirada que nos daban los expertos hace más de veinte años era parcial. No pudieron predecir cómo las personas mayores han ganado protagonismo y deciden vivir el día a día. ¡En este caso, al hablar de nueva longevidad, debemos saber que el futuro llego!
 
Decir que el futuro llegó impone, cuanto menos, una mira­da más profunda que deje de lado el aspecto cuantitativo y nos permita echar luz al significado de este fenómeno global. En un entorno con ciertas buenas condiciones de vida, se estima que tres de cada cuatro personas de 60 años llegarán a sus 80; dos de cada tres, a los 85, y uno de cada dos a los 90. Hoy día, una persona que cumple 50 años tiene el 50% de probabilidades de llegar a los 95.9. A nivel mundial, se ganaron más de treinta años de expecta­tiva de vida en las últimas décadas. La longevidad ya no es invisible. Y,  por si no quedó claro, lo repito: ¡El futuro está aquí!
 
Ni “clase pasiva, ni jubilados, ni tercera edad, ni gerontolescentes, ni perennials, ni viejennials, ni mayoresencia, ni tsunami gris ni tormenta demográfica”. A diario observamos cómo se sigue etiquetando o poniendo rótulos que no hacen más que segmentar a un curso de vida que, si algo es, es una continuidad. Esto de la mano de muchos advenedizos que ven en este fenómeno un momento de oportunidad pero que no cuentan con un factor que caracteriza a los más de 50: su grado de selectividad y exigencia. Pongámoslo en estos términos: al mayor no se le vende nada, el es quien te compra. 
 
Si hay algo común en la nueva longevidad: se trata de vernos saludables e independientes a lo largo del tiempo. Es una postura optimista y amable de los años por vivir. Es entender que, así como cambiamos a lo largo de la vida, estos cambios en muchos aspectos pueden ser ganancias. 
 
Un clásico ejemplo de ello es lo que ocurre cuando se trata de la sexualidad, el erotismo y el deseo en las personas mayores. La visión y los tabúes que tenemos sobre la sexualidad de las personas mayores son otros de los viejos principios que comienzan a replantearse. Desafíos tales como parejas que luego de muchos años juntas deciden separarse o personas que a los ochenta se vuelven a enamorar ponen en jaque no sólo a las familias, sino a muchas instituciones que no saben cómo adaptarse al cambio. La sexualidad, a medida que pasan los años, va cambian­do como lo hace nuestro organismo, pero eso no significa que desaparezca el deseo ni el placer. Hay dos puntos que sí me parecen importantes considerar cuando hablamos de sexualidad y personas mayores: uno es que la actividad sexual es muy importante en la vida de muchas personas. La otra es que existe una tendencia al declive de la actividad sexual con la edad. Aspectos como la naturaleza de las relaciones actuales, el pasado y el presente desde el punto de vista comparativo, la frecuencia y el tipo, así como los cambios que el devenir del tiempo ha provocado en nosotros mismos, deben ser considerados y analizados. Estos aspectos pertenecen a la esfera de la intimidad y muchas veces observamos cómo prejuicios y mitos intentan convencernos de que las personas mayores viven un declinar de posibilidades.
 
Esta construcción social fue la que dominó durante muchos años la percepción de la sociedad, sin pensar que cada uno de nosotros seremos mayores el día de mañana; mayores a los que seguramente nos gustaría vivir en pleno de derecho de nuestras decisiones y conductas. Por eso la ecuación es compleja pero también simple, según cómo cada uno la quiera vivir. De eso depende la nueva longevidad y eso está en cada uno. 
 
 
Diego Bernardini  MD. PhD Doctor en Medicina, Universidad de Salamanca, España. Profesor Titular de Medicina, Universidad Nacional de Mar del Plata, Argentina. Profesor Titular de Postgrado, Fundación Barceló, Buenos Aires, Argentina.