Visibilizar y ampliar los alcances de la Gerontología post-pandemia

Por Alejandro Burlando Páez. Psicólogo, Especialista en Gerontología. Coordinador General del Programa Gerontológico de Salud y de la Residencia Posbásica Interdisciplinaria en Gerontología, Ministerio de Salud de la Ciudad de Buenos Aires.

 

El contexto actual de pandemia y aislamiento nos ha puesto, al mismo tiempo y en el mismo lugar, a jugar el papel de espectadores y protagonistas. Este es el complejo escenario que nos invita a pensar con creatividad los alcances de la Gerontología. Comenzamos a ver y escuchar sobre las personas mayores en medios de comunicación, en discursos políticos; leímos recomendaciones en protocolos, y medidas preventivas respecto de prácticas profesionales. Fueron además el foco de alguna repentina resolución de gobierno. Escuchamos también las voces de especialistas en la temática. Vimos acciones, reacciones y retracciones. Creo que mucho se debe al trabajo gerontológico de tantos años en nuestro país. Es para celebrar, pero todavía hay un largo camino por recorrer y ampliar.

Una de las cuestiones que la pandemia vino a revelar es el modo en el que concebimos distintas cuestiones: los sistemas de salud, el cuidado, la enfermedad, la vejez, el envejecimiento, los dispositivos sociales y políticos, el trabajo, los vínculos, y podríamos seguir enumerando un sinfín de temas. Se develaron procesos y retrocesos. Así, queda demostrado que el trabajo preventivo es una herramienta fundamental para atravesar cualquier crisis y, mucho más, cuando se trata de la salud global.

Es desde esta perspectiva que, en este artículo, me interesa hacer foco en tres temas: los dispositivos que incluyen el aislamiento, el cuidado en salud y la formación en Gerontología.

 

Pensar el aislamiento y los dispositivos

 

Nuestra casa (para los que tenemos el privilegio de tenerla o habitarla) se ha transformado en una institución de aislamiento (preventivo-obligatorio). Esta situación debería permitirnos preguntarnos y reflexionar respecto de los dispositivos de larga estadía.

La reflexión sobre las prácticas profesionales y sociales es una herramienta importante para desarrollar cualquier actividad. En este sentido, como gerontólogos, la pregunta por la propia vejez nos permite pensar sobre estos aspectos. Entonces les propongo ponernos en “modo vejez” (parafraseando al “modo avión” de nuestros celulares) y preguntarnos qué sería del aislamiento (que experimentamos en carne propia) si fuese definitivo y por el tiempo que nos queda de vida. Estas preguntas sobre la propia experiencia son las que posibilitan un aprendizaje que nos oriente a prácticas profesionales y sociales más genuinas y honestas, con la posibilidad de lograr efectos más interesantes en la comunidad con la que trabajamos.

Si bien es casi imposible ponernos realmente en los zapatos de otro, quizá podamos acercarnos a lo que siente y piensa una persona mayor cuando se la ingresa, contra su voluntad o sin el trabajo  previo necesario, a una residencia.

Comencemos por decir que una residencia de larga estadía es un dispositivo, aceptado socialmente, regulado por normativas, visto como un destino oscuro para algunos, como destino inevitable para otros, necesario seguramente en más de un caso  (comunidad, familias, personas mayores, hijos, nietos, parejas). Entonces, ¿qué lugar queda para los derechos y el deseo?

Giorgio Agamben plantea que un dispositivo es un ovillo, un conjunto multilineal y, retomando a Michel Foucault, dice que se trata de un “conjunto resueltamente heterogéneo que incluye discursos, instituciones, instalaciones arquitectónicas, decisiones reglamentarias, leyes, medidas administrativas, enunciados científicos, proposiciones filosóficas, morales, filantrópicas, lo dicho y lo no dicho”. Pensemos entonces cuantas dimensiones tenemos para analizar, revisar, transformar. Y lo “no dicho” comienza a ser visible en una situación como ésta, de pandemia por COVID-19. La visibilidad es una oportunidad para la reflexión desde nuestra especialidad, desde nuestra experiencia y nuestros saberes. Tengo más preguntas que respuestas, tanto por ser parte de este momento histórico de pandemia, novedoso para todos los seres vivos, así como por mi implicación, como sujeto envejeciente y profesional del campo gerontológico. Pero el trabajo conjunto y el tiempo seguramente nos permitan revisar, ser creativos y encontrar alternativas que generen escenarios más amables y humanitarios para vivir en un futuro no tan lejano.

 

El cuidado es salud

 

Estos tiempos, este presente continuo, hacen pertinentes reflexionar  sobre la idea de cuidado que prevalece en nuestra sociedad. El año pasado conocí la experiencia de las cooperativas de Trieste, Italia. Es la ciudad donde comenzó a germinar en la década del 70 la desmanicomialización de la mano de Basaglia. Fue un largo proceso, que incluso él no pudo ver concretado. En el año 1991 surge la ley de cooperativas, propuestas como intermediarias entre el Estado y la comunidad. En relación a los pacientes con patología psiquiátrica comenzaron a proponer dispositivos de abordaje para sacarlos del encierro y aislamiento; es decir que la desmanicomialización no implicaba dejarlos a la deriva sino, por el contrario, incluirlos en dispositivos con el objetivo de fomentar la inclusión social y la participación en el mercado laboral, como parte de la recuperación. Pero esta iniciativa no hubiese funcionado sin el trabajo de transformación en el imaginario social para que la comunidad aceptase estos cambios.

Traigo a colación esta experiencia para que pensemos por qué seguimos entendiendo (paradigma mediante) que el encierro (en instituciones de la salud, en residencias de larga estadía) es una forma de “cuidar”. Esto no implica negar que algunas situaciones lo ameritan, pero no todas. Se trata entonces de generar mayor diversidad a la hora de concebir dispositivos de cuidado y de atención, que sean aceptados y gestionados por los sistemas de salud. De esta forma, se procura promover el máximo de posibilidades de cada persona en la búsqueda y en la construcción de su calidad de vida. El Sistema de salud tiene -o debería tener- como función principal el cuidado de las personas (en particular) y de la población (en general) y, en situación de pandemia, quizá dar importancia a la salud comunitaria y a la estrategia de Atención primaria de la Salud (APS), desde una concepción de salud colectiva. Esto para nada implica descuidar los demás niveles de atención, sino incluir la complejidad en un entramado que muchas veces cae en posiciones binarias (salud/enfermedad, atención/abandono, derecho/negocio, público/privado). Es necesario entonces pasar de un modelo curativo a la prestación de cuidados integrales centrados en las vejeces y los modos de envejecer.

 

Transversalizar y democratizar el conocimiento

 

Podemos afirmar que la Pandemia ha generado una situación de crisis en los marcos institucionales y representacionales de la sociedad, en donde las categorías conocidas (familia, educación, salud, etc.) quedan al descubierto y necesitan ser repensadas. Es prematuro afirmarlo, pero podemos suponer que estamos en el tránsito hacia nuevas configuraciones.

Entonces es necesario pensar una Gerontología con perspectiva de curso de vida, que permita visualizar las características que van presentando las nuevas generaciones de personas mayores. Dar cuenta de los procesos de envejecimiento de las sociedades actuales en su contexto social, económico, cultural, político, etcétera.

Estar atentos a la construcción de criterios profesionales que permitan un abordaje de las temáticas del envejecimiento desde una perspectiva de derecho.

Para que lo integral de una atención sea posible, tenemos que incluir también, desde las prácticas sanitarias, una mirada bio-psico-social y cultural, que incluya la dimensión técnica/tecnológica que propone cambios fundamentales en contextos actuales si hablamos de las problemáticas de salud y la comunidad en tiempo de pandemia-aislamiento.

Bajo este panorama, el desafío para la formación de recursos profesionales en el campo gerontológico es incluir contenidos y prácticas que nos permitan:

  • Profundizar un abordaje interdisciplinario y mestizado, donde los aportes estén teñidos por la filiación profesional, pero también por las trayectorias e historias individuales de dichos recursos, que enriquezcan el intercambio para un abordaje integral, en tanto trabajamos con problemáticas complejas (inter y transdisciplinarias).
  • Promover las perspectivas de género, culturales, generacionales, que visibilicen las cuestiones del envejecimiento en distintos grupos poblacionales y en diferentes contextos.
  • Generar espacios de formación profesional donde la perspectiva gerontológica sea transversal a otras disciplinas y especialidades.
  • Propiciar miradas integradoras en la formación profesional.
  • Estimular el trabajo y la investigación sobre las formas de envejecer y las “vejeces” en las sociedades actuales que permitan proyectar futuros escenarios.

La capacitación es una herramienta fundamental para la transformación, siempre que pensemos en profundidad los nuevos escenarios, tanto los que plantea esta situación global, como los que se irán configurando a futuro.

Habitamos contextos con profundas contradicciones y paradojas, en algunos casos teñidos por lo anacrónico, por la falta de recursos, por la pobreza, por la falta de accesibilidad; pero también con intersticios por donde se filtran abordajes novedosos, el compromiso de trabajadores del sistema, la creatividad frente a la escasez de recursos y la burocracia institucional, el trabajo solidario y en red por parte de profesionales del campo gerontológico y de otras especialidades. En este sentido, incluir las dimensiones comunicacional y técnica se vuelve necesario en términos formativos, ya que puede facilitar la nueva cotidianeidad profesional y comunitaria, evitando la visión obstaculizadora de estas variables.

Si bien esta propuesta apunta a trabajar sobre lo que serán las nuevas generaciones de personas mayores, no podemos dejar de reflexionar acerca de las nuevas generaciones de profesionales, con sus formas y modalidades de entender y habitar el nuevo mundo, la vejez, lo tecnológico, la comunicación y lo comunitario; generación que podemos denominar “profesionales del nuevo milenio-post pandemia”.

En este sentido, y por el bien de todos, también los saberes deberán circular de otra manera, llegando a la comunidad con el propósito de “democratizar el conocimiento”.

 

Bibliografía de referencia

 

Agamben, Giorgio (2015); Qué es un Dispositivo.

 

Burlando Páez, Bronstein, Vicente (2020) Algunas reflexiones en torno al cuidado de las personas mayores en el contexto de la Pandemia - COVID 19. Revista Narraciones, Centro de Salud Mental N° 1, Comité de Docencia e Investigación. Ciudad de Buenos Aires, Argentina.

 

Burlando Páez, Campero (2019) La Dimensión del Cuidado en el abordaje Gerontológico. Manual Gerontoferia, MDHyH.

 

Burlando Páez, A. (2017) La Gerontología a lo largo del curso de la vida. Apertura de las VIII Jornadas de la Residencia Posbásica Interdisciplinaria en Gerontología. En revista electrónica de psicogerontología Neurama, Volumen 4, Issue 2.

 

Convención Interamericana sobre la Protección de Derechos humanos de las Personas Adultas Mayores ratificada y aprobada en 2015 por la Ley Nacional N° 27.360

 

Oddone, María Julieta (2012) Diversidad y envejecimiento. Apuntes para su discusión, en revista Población, Año 5, Número 9, ISSN: 1852-074X, p.p. 55 y 56. Registro Nacional de las Personas. Dirección Nacional de Población. Buenos Aires. Argentina.

 

OMS (2015) Informe mundial sobre el envejecimiento y la Salud.

 

Pautassi, L. y Zibecchi, C. (2013) Las fronteras del cuidado. Agenda, derechos e infraestructura. Editorial Biblos. Argentina. Buenos Aires.