Nos despedimos por este año

Por Adriana Ruffa, Presidenta de la Fundación SIDOM

 

Concluye el 2020. Ha sido un año desafiante y que no olvidaremos. La pregunta sería precisamente cómo olvidarlo.  Ha sido el año de la pandemia de COVID-19.

En este mundo globalizado todos nos hemos familiarizado con palabras que no formaban parte de nuestro habitual vocabulario. Coronavirus, testeos, PCR, rebrote, pandemia, caso sospechoso, contacto estrecho, inmunidad de rebaño, transmisión comunitaria, SARS-COV 2 y otros tantos vocablos se incorporaron a nuestras conversaciones con familiares y amigos.

Al mismo tiempo que transitábamos, con más o menos acatamiento, la cuarentena más larga del mundo, también aprendimos a hablar de ASPO y DISPO, restricciones de movimientos, apps para vigilancia epidemiológica, permisos para circular, teletrabajo,  fronteras cerradas, familias separadas, resiliencia, soledad y secuelas emocionales.

Probablemente pasaremos los próximos años debatiendo sobre lo acontecido, entre otros motivos, por la gran incertidumbre y excepcionalidad que aún hoy tenemos sobre la pandemia y sus efectos, que excedieron lo sanitario para  impactar dramáticamente sobre la economía, el empleo, los niveles de pobreza, la educación y que prácticamente pulverizaron muchos de nuestros hábitos y costumbres.

Sin embargo, mas allá de lo novedoso e inédito que nos trajo la pandemia, también mostró de una forma descarnada las carencias que ya estaban allí, que no ignorábamos, deudas no saldadas y siempre postergadas. Se hicieron más visibles la desigualdad social, la brecha educativa y tecnológica, la precariedad del trabajo, las falencias del sistema de salud y de la protección social. El COVID-19 operó como un verdadero catalizador.

En ese contexto, las personas mayores supieron que eran el grupo con más riesgo de morir si eran afectadas por el virus. Mucho más si su condición de salud previa incluía comorbilidades, dependencia o fragilidad. La equivocada respuesta para su protección muchas veces incluyó aumentar el aislamiento, estigmatizarlas y variadas formas de discriminación, vulnerando su autonomía y dignidad. Tanto para las que viven en sus domicilios, como para las que residen en establecimientos de larga estadía, debieron adoptarse duras medidas  para tratar de evitar la propagación del coronavirus. El déficit de servicios y las condiciones de atención precarias en algunos establecimientos se hicieron públicas.

Desde el inicio de la pandemia, la Fundación SIDOM asumió el desafío de adecuar su organización y funcionamiento para dar respuestas a las nuevas demandas y necesidades que se presentaban.  La enorme tarea realizada por los equipos técnico-profesionales de la Fundación SIDOM incluyó desde la redacción de protocolos de atención para evitar contagios de pacientes en internación domiciliaria y del equipo de salud, hasta protocolos para modelizar las tareas del voluntariado. Nuestra dilatada trayectoria y profesionalismo fueron reconocidos al ser convocados para asesorar a organismos públicos y autoridades, tarea a la que dedicamos nuestra mayor responsabilidad.

Entendiendo que el trabajo en red con otras organizaciones de la sociedad civil fortalece y potencia el cumplimiento de nuestros objetivos, hemos desarrollado una sostenida interrelación con organizaciones internacionales de defensa de los derechos de las personas mayores, actividades de las que hemos informado en nuestros boletines mensuales.

En el mes de mayo advertíamos sobre la necesidad de “detectar el riesgo socio-sanitario de las personas mayores para ofrecer un servicio centrado en las personas mayores, que coordine e integre efectores diversos con el fin de promover la asistencia en las necesidades de cuidado y el control de sus afecciones, evitando la desatención, las derivaciones tardías o el abandono de sus diagnósticos y tratamientos”. El compromiso con ese pensamiento nos llevó a desarrollar el proyecto de comunidades solidarias con sus vecinos mayores para relevar población de riesgo y diseñar servicios sociosanitarios para gobiernos locales. 

El trabajo ha sido mucho, y no es este el lugar para repasarlo. Sin embargo, sí consideramos  pertinente reflexionar sobre los aprendizajes alcanzados. Una vez concluida la crisis sanitaria, quizá la vacunación que se inicia en estos días sea el principio, será necesario construir un mejor y más equitativo sistema de servicios para que las personas mayores que lo requieran puedan acceder a mejores prestaciones para la prevención, los cuidados y la atención.  

Se ha puesto luz sobre todo lo que falta. Permanecer indiferentes ya no es posible ni éticamente justificable. Quizá podamos esta vez aprender de la crisis y convertirla en oportunidad. Nuestro compromiso se refuerza con la confianza de contribuir desde la Fundación SIDOM a un 2021 mejor. ¡Feliz año!