Estimulación y entrenamiento de las capacidades cognitivas y emocionales en la vejez.

Por la Lic. Adriana Yanco y la Lic. Silvia Frontera
 
Lic. Adriana Yanco 
Encargada del área de Fonoaudiología y Neuropsicología del Hogar de Ancianos LeDOR VaDOR. Directora de E.N.A.P.A.N. (Equipo de atención neurolingüística del paciente adulto neurológico). Miembro Consultor del Comité Científico por el período 2019-2021, Revista Fono-audiológica de ASALFA. Ex Miembro de la Comisión de Gerontología de la Sociedad de Geriatría y Gerontología (SAAG).
 
Prof. Lic. Silvina Frontera. 
Fonoaudióloga Neurolingüística. Especialista en Neuropsicología clínica. Fundadora de AINEA. Miembro activo del Grupo de Neurología Cognitiva y del Comportamiento de la Sociedad Neurológica Argentina (SNA) de la Asociación Argentina de Psiquiatría (AAP), Capítulo Trastornos cognitivos y Demencias, y de la Sociedad Neuropsicológica Argentina (SONEPSA)
 
En la actualidad existe un interés especial en la neuropsicología, vinculado  al cambio sociodemográfico de las últimas décadas. 
La vejez ha resultado ser una de las etapas más largas de la vida, lo que ha ocasionado que las personas mayores necesiten empoderarse de su condición y defenderla, vivirla y disfrutarla. Esto significa saber envejecer. La concepción tradicional de la vejez es, en ocasiones, una amenaza para el anciano. La sociedad actual no dispone todavía de una cultura de la vejez, lo que hace que en muchos contextos culturales la persona mayor sea considerada alguien que llega a su fin y no quien cuenta con la experiencia de haber recorrido un largo camino. A este escenario se unen situaciones inherentes a la edad, como los cambios en la dinámica familiar, producto de fenómenos como la jubilación, la pérdida de amistades y seres queridos, los cambios en los roles sociales y otros. 
 
La esperanza de vida en aumento incide directamente en el incremento de enfermedades en personas mayores que dañan el sistema nervioso, como por ejemplo el traumatismo de cráneo encefálico (TEC) y las enfermedades cerebrovasculares que constituyen los principales daños cerebrales adquiridos (DCA). Estas personas pueden presentar cuadros más o menos severos de una variedad de trastornos cognitivos y/o comportamentales que limitan su rendimiento funcional y la reinserción a las actividades cotidianas.  
 
Otro grupo que se beneficia con la rehabilitación cognitiva o neuropsicológica en esta franja etaria son las personas con deterioro cognitivo leve o moderado, o con demencias, como la enfermedad de Alzheimer que tiene gran incidencia a nivel mundial. 
 
La producción de artículos, libros y programas sobre rehabilitación neuropsicológica proliferó sustancialmente en los últimos años, pero es notablemente inferior en relación a los trabajos concernientes a evaluación y diagnóstico neuropsicológico.  
 
Si bien es cierto que para pensar el tratamiento es prioritario aplicar los medios diagnósticos apropiados, en particular test y baterías de test y establecer un diagnóstico, quedarse en esa instancia no resuelve la cuestión principal, que es reincorporar al paciente a su entorno con la mayor calidad de vida posible.  
 
Existen diversos términos en la literatura internacional que hacen referencia al proceso de intervención neuropsicológica: rehabilitación neuropsicológica , rehabilitación neuroconductual , rehabilitación cognitiva , estimulación cognitiva,  neurorrehabilitación, rehabilitación o estimulación de funciones específicas , entrenamiento, reentrenamiento cognitivo o entrenamiento cerebral, en ocasiones con énfasis en algún tipo de proceso como la memoria, la atención u otros,  remediation o cognitive remediation, computer-assisted cognitive rehabilitation, entre otros.
 
Los elementos que constituyen la base para establecer objetivos y estrategias metodológicas durante el proceso de estimulación y rehabilitación, independientemente del tipo de paciente sobre el que se interviene, provienen de la conceptualización teórica de la evaluación, estimulación y rehabilitación de las funciones cognitivas y de los mecanismos neurobiológicos que sustentan la existencia de los procesos cognitivos y la eficacia de la intervención. 
 
Se reconoce que la rehabilitación neuropsicológica no se limita a intervenir sobre el funcionamiento cognitivo sino también a un objetivo más global y complejo, dirigido a lograr que el sujeto alcance la mayor independencia y funcionalidad en la vida diaria. La intervención tiene que tener validez ecológica, incluyendo tareas y actividades que impacten en la vida diaria, que sean motivantes y permitan generalizar lo aprendido;  además brindar recomendaciones y estrategias para abordar los déficits y dificultades diarias que estos producen, no sólo en la esfera cognitiva, sino también en el área emocional, social y comportamental. Contemplar el acompañamiento al paciente en la toma de conciencia de sus dificultades y en la elaboración de un nuevo proyecto de vida, así como el acompañamiento a la familia también son elementos claves de la intervención. Por estos motivos, y citando a Bárbara Wilson, “ el campo de la rehabilitación neuropsicológica demanda un soporte teórico amplio que incluya marcos, teorías y modelos de diferentes áreas” (Bárbara Wilson, 2009).
 
Entre las muchas definiciones de rehabilitación cognitiva de la bibliografía internacional, nosotras seleccionamos las siguientes, porque ponen el énfasis en que se trata de un proceso para retomar las tareas cotidianas de manera productiva e independiente y en la aplicación de un procedimiento y técnicas. 
 
“Proceso terapéutico para aumentar o mejorar la capacidad del individuo para procesar y utilizar la información entrante a fin de permitir el aumento de funcionamiento en la vida diaria (Sohlberg y Mateer, 1989). 
 
“La aplicación de procedimientos, técnicas y utilización de apoyos con el fin de que la persona con déficits cognitivos y comportamentales pueda retornar de manera segura, productiva e independiente a sus actividades” (Ponsford et al.1995). 
 
La rehabilitación neuropsicológica puede definirse como una intervención de restitución o restauración de la función cognitiva cuando promueve la recuperación de la función deficitaria como, por ejemplo, optimizar la  memoria de trabajo disminuida;  pero si la meta  es alcanzar determinado objetivo usando medios diferentes a los utilizados en la etapa premórbida,  se define como una intervención de sustitución o compensación; en el caso de referencia, a un paciente con memoria de trabajo disminuida podemos brindarle  y entrenarlo en el uso de ayudas externas de la memoria como escribir notas efectivas e implementar modificaciones en su entorno a fin de reducir las demandas cognitivas y facilitar tareas cotidianas.
 
La plasticidad cerebral es pilar para la fundamentación teórica de la rehabilitación neuropsicológica; existe evidencia científica que enuncia que el funcionamiento cognitivo en la vejez mejora en relación al comportamiento de las personas y al contexto ambiental. 
 
Algunos tips para la rehabilitación neurospicológica
 
Se enfoca en los problemas precisos de cada paciente tomando en cuenta el registro que tiene de su problemática, qué funciones cognitivas están comprometidas y en qué magnitud, y cuáles son sus necesidades y la de su familia. 
Demanda un trabajo en equipo: la persona, la familia y/o cuidadores y los terapeutas.  
La eficacia de la intervención tiene que incluir la generalización de logros a situaciones de la vida diaria, facilitando activamente esta generalización desde el inicio del tratamiento.
Es sistemática, proporciona suficiente repetición.
Contempla aspectos afectivos y emocionales que el daño cognitivo conlleva, algunos autores se refieren a este punto como Enfoque Holístico.
El proceso de rehabilitación incluye un componente de evaluación, en otras palabras, el tratamiento también es parte del proceso diagnóstico. 
 
Estimulación cognitiva por computadora
 
Las tecnologías de la información y comunicación (TICs) proporcionan apps educativas y/o lúdicas que pueden complementar los tratamientos convencionales, de una forma innovadora  generando motivación y mayor adherencia al tratamiento. Tienen como ventaja que son interactivas, dinámicas y ofrecen un feedback rápido, pero suele ser un desafío integrar al adulto mayor a esta tipo de intervención.
 
Inteligencia emocional y envejecimiento satisfactorio
 
Otro gran tema interrelacionado con lo referido hasta acá es el concepto de Inteligencia emocional, que comprende la capacidad para solucionar problemas que exigen sobreponerse a obstáculos, decidir en momentos de crisis o adaptarse a cambios no deseados. De ahí que el adulto mayor sea un candidato ideal para aprender estrategias emocionales que promuevan una mayor calidad de vida y le permitan disponer de recursos que propicien un mejor ordenamiento de las emociones y potencien su bienestar. En este sentido, la educación emocional de los adultos mayores es una demanda para el logro de un envejecimiento satisfactorio.                
 
Investigaciones realizadas con base en la teoría de la inteligencia emocional aportan evidencias que explican la prevalencia de los factores emocionales en comportamientos que se distinguen por el ajuste social o personal, el ajuste psicológico en el enfrentamiento de tareas de la vida cotidiana (Brackett et al.,2004; Bisquerra, 2003; Dunn et al., 2007). Se ha encontrado que la inteligencia emocional se asocia con una menor sintomatología ansiosa y depresiva, y, por lo tanto, con mejores respuestas a elementos estresores; inclusive, se le considera de alto valor predictivo de la satisfacción con la vida. En este sentido, los estudios sobre inteligencia emocional comprenden temas como el buen humor, el optimismo, la resiliencia y la felicidad. Todos tienen en común, de alguna manera, el equilibrio emocional. 
 
No es casual, como destacan Fernández-Berrocal y Extremera (2009), que desde la aparición del término inteligencia emocional se analizara el vínculo potencial entre las habilidades emocionales, el bienestar individual y la felicidad subjetiva (Martínez et al., 2010). Y como bien señalan Fernández-Berrocal et al. (2012), pese a las diferencias entre los estudios realizados y la necesidad de tener más evidencias, las investigaciones han dejado claro que el desarrollo de la inteligencia emocional incrementa el bienestar y la felicidad de las personas y les ayuda a afrontar "de forma más adaptativa situaciones difíciles". Un alto desarrollo de las competencias emocionales contribuye a la evolución armónica y equilibrada de la personalidad del adulto mayor, favorece su buena salud, el entusiasmo y sus relaciones con las personas en las diferentes esferas en que se desenvuelve. 
 
Sin lugar a dudas, la vejez es una etapa de importantes pérdidas o ausencias que se viven como carencias o limitaciones. Tales son los casos de la jubilación laboral, la pérdida de autonomía, la muerte del cónyuge, otros familiares o amistades.
 
Factores biopsicosociales pueden incidir de forma negativa en la salud mental de las personas mayores, causando diversas alteraciones o malestares, como depresión, ansiedad y estrés (Chong, 2012). Pero también son muchos los factores de orden psicosocial capaces de promover un envejecimiento satisfactorio: el respaldo familiar, las redes de apoyo social, los estilos de vida saludable, entre otros, juegan un papel decisivo y funcionan como protectores (Pan American Health Organization [PAHO], 2012; OMS, 2016). 
 
Hay ganancias afectivas en este período: más complejidad y riqueza emocional, pues en la vejez se incrementa el manejo adecuado de los afectos y, por tanto, existe mayor madurez afectiva. 
 
Los adultos mayores necesitan estar preparados para defender su calidad de vida y para ello han de saber enfrentar nuevas y diversas situaciones. En este sentido, la inteligencia emocional emerge como requisito esencial. Hoy se sabe que la inteligencia es mucho más que una determinada función de la mente humana, medida en términos de coeficiente intelectual (CI). Al tomar decisiones, el ser humano no sólo se guía por una coherencia lógica, sino que responde a los impulsos de sus emociones y sentimientos, que dan sentido a dichas decisiones. 
El desarrollo de capacidades emocionales en el adulto mayor tiene muchas ventajas: implica un manejo factible de las emociones; favorece la construcción de la subjetividad; fortalece la reafirmación de sí mismos; facilita la búsqueda de nuevas metas y la comprensión de las emociones ajenas, a pesar de la diferencia con las propias; garantiza en el adulto mayor el cumplimiento de roles importantes en su seno familiar y medio social en general, en tanto le permite hacer uso adecuado de su experiencia para facilitar la relación con los demás. 
Un recorrido por las distintas dimensiones de la inteligencia emocional sugiere un conjunto de capacidades que resultan pertinentes y necesarias para vivir una vejez que apueste a la felicidad.
 
La conciencia emocional es la capacidad para reconocer y comprender los sentimientos, emociones y necesidades propios, así como el efecto que ejercen sobre la conducta y sobre los demás; constituye, asimismo, una guía en la toma de decisiones. En el caso de los adultos mayores, significa reconocer la vejez, las vivencias que provoca y sus consecuencias, amén de utilizar la experiencia vivida como una ventaja para enfrentar el presente y proyectar el futuro. 
 
La autorregulación se trata de la capacidad para manejar y regular emociones e impulsos que pueden ser conflictivos o perjudiciales, canalizándolos de modo adecuado a fin de que no interfieran en términos negativos en el comportamiento. 
 
La automotivación posibilita no perder el rumbo. Es la capacidad de movilizar las emociones en una dirección, aprovechar oportunidades que permitan alcanzar las metas personales y superar contratiempos con perseverancia y optimismo, valorando una amplia gama de alternativas. 
La empatía permite sintonizar con los demás. Se trata de la capacidad de comprender a los demás, de entender sus necesidades y puntos de vista, de “leer el sentimiento ajeno” y ponerse en el lugar del otro. Se nutre de la autoconciencia emocional, esto es la habilidad de conocerse a sí mismo. 
 
El manejo de las relaciones se refiere al manejo de las emociones ajenas, esto es, la capacidad para inducir respuestas deseables en los otros, persuadir, inspirar y dirigir a un grupo de personas.  En el caso de las personas mayores, resulta de especial interés la influencia de las capacidades sociales en el logro del bienestar personal y éstas funcionan además como factores protectores de la salud. 
En aras de incrementar la calidad de vida de los adultos mayores, se han elaborado diversos programas dirigidos a la educación emocional.
 
Algunos objetivos para la estimulación de la inteligencia emocional en adultos mayores
 
1.  Reconocimiento de emociones. Poder identificar emociones y situaciones que le hacen sentir ciertas emociones 
2. Autovaloración emocional. a) Poder calificar su estado de ánimo habitual. b) Recordar si usa expresiones como “Soy y siempre he sido así”.
3. Identificar, canalizar y manejar conductas no deseables. a) Poder reflexionar sobre la presencia frecuente de “rumiación” de los síntomas: repetir y acentuar lo que se siente.   b) Analizar si prefiere estar solo, si no quiere responder o rechaza compañía de otros. c) Cuestionar la validez de las causas que provocan la tristeza, planteándose preguntas como: ¿es para tanto?, ¿es realmente tan importante? d) Enumerar opciones de actividades de esparcimiento posibles: asistir a espectáculos artísticos, bailar, cantar o canturrear, lo que sirve de compañía y aleja pensamientos melancólicos; participar en reuniones de amigos, llamar a una amistad simpática para pasar un buen rato. 
4. Poder usar recursos como las auto-verbalizaciones a) Hablar consigo mismo, autorregularse, a través de dos tipos de auto-verbalizaciones: las tranquilizadoras y las de control.
Tranquilizadoras: • Calma. • Relájate. • Respira. • Cuenta hasta 10. 
De control: • No voy a dejar que esto me desborde. • Voy a ir despacio. • Diré lo que pienso o siento en orden, con firmeza. • No gritaré.  
b) Organizar rutinas  de carácter preventivo, moderadoras de los estados de ánimo:
• Realizar ejercicios de respiración. • Técnicas de relajación. • Dar paseos por lugares agradables. • Conversar con amigos. • Tener un pasatiempo. • Oír música relajante. 
5.Lidiar con los sentimientos ajenos: a) Reflexionar sobre ciertas conductas con el otro: Si sabe distanciarse de su punto de vista y ponerse en el lugar del otro. Si sabe identificar lo que sienten los demás. Si cuando escucha a los demás, no puede evitar darles consejos, decirle a los demás lo que deben hacer. b) Reflexionar también sobre ciertas conductas con las nuevas generaciones: ¿Qué pasa cuando trata con personas más jóvenes, nietos o allegados, que evidentemente a veces piensan y sienten muy distinto a uno?  ¿Comprende con facilidad que ellos responden a otra época? ¿Los encuentra interesantes? ¿Siente que sus experiencias vividas podrían servirles a ellos, pero sólo de guía o ejemplo? ¿Disfruta que le cuenten sus problemas? c) Analizar los estilos emocionales para lidiar con los sentimientos ajenos: Desdeñoso. Desaprobador. Permisivo. Empático.                                                              
6. Considerar que el buen humor y el esparcimiento son indispensables durante toda la vida. Reflexionar sobre: Participación en actividades recreativas. Disfrute de situaciones chistosas, graciosas, ocurrentes. Considerar si las limitaciones normales de la edad no le impiden divertirse, aunque tal vez no sea “como antes”. Aunque quizás no participe de forma directa, le agrada ver, por ejemplo, bailar o cantar a otros. 
 
Concluye aquí esta pequeña muestra de actividades que pueden ser integradas a programas de rehabilitación neuropsicológica, a fin de contribuir a elevar la capacidad de adaptación social y emocional de los adultos mayores.
 
La implementación de un programa de estimulación para la tercera edad, que integre la Inteligencia Cognitiva y Emocional, supondrá una mejora en la Calidad de Vida en el adulto mayor, ya que le aportaría más seguridad y confianza en sí mismo, una mejora de la autoestima, e incremento de la motivación, entre otros beneficios.
 
 A fin de contribuir a elevar la capacidad de adaptación social y emocional del adulto mayor, presentamos esta muestra de actividades, como una de las líneas terapéuticas actuales para favorecer un envejecimiento activo.
 
BIBLIOGRAFIA
1- Bisquerra, R. (2003). Educación emocional y competencias básicas para la vida, Revista de Investigación Educativa, 21(1), 7-43. 
2-Brackett, M., Mayer, J. y Warner, R. (2004). Emotional intelligence and its relation to everyday behavior, Personality and Individual Differences, 36, 1387-1402
3-Chong, A. (2012). Aspectos biopsicosociales que inciden en la salud del adulto mayor, Revista Cubana de Medicina General Integral, 28(2), 79-86.
4-Dunn, E., Brackett, M., Ashton-James, C., Schneiderman, E. y Salovey, P. (2007). On emotionally intelligent time travel: individual differences in affective forecasting ability, Personality and Social Psychology Bulletin, 33(1), 85-93.
5-Martínez, A., Piqueras, J.A. y Linares, V. (2010). Inteligencia emocional en la salud física y mental, Electronic Journal of Research in Educational Psychology, 82(2), 861-890
6-Pan American Health Organization [PAHO] (2012). PAHO Mental Health Program.
7-Ponsford et al. A profile of outcome: 2 years after traumatic brain injury, Brain Injury, 9 (1), 1-10 ..(1995).
8-Sohlberg  M.M. y Mateer, C.A. Introduction to cognitive rehabilitación ; theory and practice, New York : Guilford Presss. (1989).
9-Wilson, B.A., Gracey, F., Evans, J.J. et al. Towards a comprehensive model of neuropsychological rehabilitation. (2009).